Descripción del proyecto
El jardín de la maquia, un ecosistema mediterráneo muy característico
La maquia en castellano, maquis en francés o macchia en italiano es un ecosistema, como ya se ha mencionado con anterioridad, típicamente mediterráneo, formado por matorrales y arbustos termófilos de diferentes hábitos de crecimiento y en general de hoja perenne. Es lo que popularmente se conoce por muchos como tomillares, garrigas, etc. aunque existen matices entre ellos. En cualquier caso, estas comunidades vegetales ampliamente conocidas en la cultura mediterránea han servido como fuente de inspiración para el desarrollo de un concepto de jardín, el maquis (por el origen francés del mismo). Este se define como una “vegetación espesa, cerrada y tupida, constituida por matorrales y arbustos xerófilos” (ver AQUÍ). Es por definición, un xeropaisaje, al emplear plantas típicamente mediterráneas adaptadas a periodos de sequía.
Elementos básicos
Las plantas mediterráneas, a pesar de caracterizarse por no precisar celosos cuidados, poseen en general un requerimiento que no ha de pasar por alto: un correcto drenaje. Esto supone un denominador común en la mayoría de los suelos originarios de estas comunidades vegetales y, por tanto, al definir agronómicamente las propiedades elementales de estos jardines, resalta la vital importancia de trabajar el suelo, para que adquiera una textura ligera acorde a la vida que van a sustentar (ver Transfórmalo).
Desde un punto de vista estético, los jardines de la maquia ponen de manifiesto una tendencia naturalista del paisajismo.
El jardín se funde con su entorno, las extensas superficies de pradera se sustituyen por asociaciones de plantas de distinto porte y textura con cubiertas de áridos que impidan el crecimiento de las malas hierbas y reduzcan las demandas, especialmente en riego (ver Protégelo). Con ello, el jardín se dota de distintos estratos vegetales, se introduce variación en el paisaje mediterráneo. La luz filtrada por pies de mayor porte (y la tan preciada sombra en los veranos calurosos) o las densidades establecidas de los distintos arbustos, modifican la visión del jardín incluso en distintos periodos del día.
Se pone de manifiesto en el jardín la tremenda variedad fitogenética propia de la flora mediterránea, dominadas por especies de familias como las compuestas, las labiadas o las cistáceas por poner algunos ejemplos (ver botánica).

El empleo de gaviones de acero rellenos con roca caliza, en este caso en el Cerro de los Perdigones, supone un modelo de formación de terrazas que mantiene viva la esencia de los materiales de la región mediterránea (Pozuelo de Alarcón, Madrid).
La “huerta” mediterránea
Si la flora es de vital importancia, dentro de los espacios ajardinados típicos de la cuenca mediterránea cobra una dimensión especial el “jardín comestible”, es decir, la huerta. En zonas del levante español, así como determinadas zonas del litoral italiano y griego, la huerta ha sido y es un sistema agrícola tradicional, donde se intercalan distintos cultivos con las acequias que conducen el agua de riego, creando auténticos mosaicos en el paisaje que tienden a protegerse en la actualidad al poseer un incalculable valor patrimonial (ver AQUÍ). Pero no sólo la huerta típica de estas zonas dibuja estas estampas, si no que en general, la tradición agrícola mediterránea genera una suerte de patrones muy variados condicionados por los cultivos establecidos, la estructura del territorio o los condicionantes naturales.
En íntima relación con ello aparece un elemento significativo del paisajismo mediterráneo: las terrazas y bancales. Esta técnica ha sido desarrollada en cultivos tan importantes económica y culturalmente en estas regiones como el viñedo, el olivar o las plantaciones de frutales en pendiente. Si bien en la agricultura esta técnica tiene como objetivo evitar problemas de erosión por escorrentía del agua y facilitar el acceso para determinadas labores (ver Adaptación al relieve), en el paisajismo mediterráneo además pueden ser un medio para realzar una determinada agrupación de especies o una formación en concreto.
Utilizando roca caliza como material de contención para estos bancales se potencia la esencia del suelo y el paisaje de estas zonas. Este tipo de formaciones siempre puede naturalizarse empleando especies de porte rastrero o como algunas variedades de romero o Delosperma y especies arbustivas como aquellas del genero Cistus, sólo por poner algunos ejemplos. Asimismo, la introducción de especies rupícolas, Sedum spp por ejemplo, en los resquicios de los taludes de contención ayudan a que la división entre bancales se funda, evitando la división abrupta entre niveles.
El resultado de una buena adaptación de esta técnica es la consecución de auténticos paisajes con relieve en el jardín, una ladera rocosa con aroma mediterráneo.
Por otro lado, y a una escala menor, dentro de las propiedades familiares las huertas pueden considerarse como unidades ajardinadas donde el empleo de determinadas infraestructuras para gestionar el riego (norias, acequias y albercas) dota de un bello y bucólico valor ornamental a un terreno en principio destinado simplemente a la producción de alimentos. En algunos casos, estas parcelas anteriormente privadas, se han convertido en jardines públicos, perdiendo su dimensión productiva a favor del uso público y de recreo.
