Descripción del proyecto
Evolución del aterrazado a lo largo de la historia
Las ventajas que tiene el aterrazado para la agricultura son las mismas que ofrecen también para facilitar el desarrollo de plantas ornamentales en los jardines. Siempre que se planta en un suelo desnivelado, la lámina de agua va a tender a escurrir hacia zonas de cota inferior, por lo que se hace necesario, bien allanar el terreno, bien buscar sistemas de retención de la humedad. En los últimos tiempos, se había impuesto la estética del paisajismo inglés que, al utilizar con frecuencia la pradera de césped, resuelve en parte el problema de la escorrentía, ya que este retiene gran parte del agua de riego o lluvia (siempre que esté mullido y no compactado). Actualmente, la jardinería tiende a emplear menos superficie de pradera en beneficio de masas arbustivas o planta autóctona y acolchados de diversos tipos. En este nuevo modelo resulta más complicado crear desniveles, ya que, aunque los mulchings evitan hasta cierto punto el movimiento del agua, si esta no se infiltra rápidamente, acabará escurriendo. Es por ello que, a menudo, se evitan los desniveles buscando la horizontalidad. Si bien es cierto que las corrientes naturalistas al estilo “new perennials” o los jardines de grava y maquia mediterránea de matorral aportan soluciones (ver El jardín mediterráneo), se ha prodigado la construcción de paisajes planos e impersonales a base de áridos y plantas más o menos xerofíticas.
Esto no tiene por qué ser así. La propuesta del xeropaisajismo® es más amplia e incluye la posibilidad de combinar superficies horizontales con elevaciones del terreno, taludes, rocallas, bancales, cascadas… empleando técnicas de retención de suelo y agua. Se propone una vuelta al paisaje, no necesariamente árido, en el que los juegos con el relieve produzcan perspectivas, nuevos itinerarios, escondites, en definitiva, sorpresas, y el espacio parezca multiplicarse creando múltiples jardines a cada paso.
El aterrazado se ha empleado en la construcción de jardines desde hace decenas de siglos. Los idílicos Jardines de Babilonia debieron ser los precursores, y ya los árabes que permanecieron en la península emplearon este recurso en sus obras más emblemáticas. Cuando Abderramán lll mandó construir Medina Azahara en tierras cercanas a Córdoba o cuando se ordenaron las obras de ampliación de la Alhambra de Granada por parte de los monarcas del reino Nazarí en el siglo XlV se incluyeron preciosos jardines exteriores (aparte de los consabidos patios interiores). Dado que los terrenos no eran horizontales, se diseñaron creando planos en diferentes niveles.

Medina Azahara. Reconstrucción en la que se aprecian los diferentes planos
Durante el renacimiento, especialmente en Italia, se crearon los más bellos jardines de Europa. Muchos de ellos empleaban el recurso de aterrazar el terreno creando diferentes planos con parterres ordenados siguiendo ejes de perspectiva y basados en textos de arquitectura de la época como De Re Aedificatoria de León Battista Alberti. Ya en la Hypnerotomachia Poliphili o Sueño de Polifilo, tratado escrito por Francesco Colonna en 1497 y que contiene cientos de ideas inspiradoras de la belleza buscada por los artistas de la época, se propone un modelo de jardín con forma geométrica en el que las plantas estarían dispuestas en parterres horizontales escalonados. Este jardín ideal no se construyó, pero existen multitud de ejemplos que han perdurado hasta nuestros días, entre los que podemos citar: Isola Bella, Villa Lante, Villa Boboli, Villa d´este… etc. En muchos de ellos se aprovechó el desnivel para crear increíbles ingenios hidráulicos (Ver libro:el libro La arquitectura de los jardines: de la antigüedad al siglo XX. Francisco Fariello, REVERTE, 2004).

Isola Bella
En España se produjo una especial adaptación de esta arquitectura de jardines a nuestra propia idiosincrasia. Los ejes de simetría, tan buscados en la jardinería europea se modificaron aquí de forma que las diferentes terrazas y planos se creaban de forma descentralizada (ver AQUÍ).
Muchos ejemplos de jardines aterrazados se pueden contemplar en la península, ejecutados desde el siglo XlV hasta nuestros días. Cabe destacar el jardín del monasterio de Yuste, el jardín botánico de Madrid, o el jardín del palacio del Infante Don Luis en Boadilla del Monte.
En cualquier caso, tanto en los primeros jardines hispano-musulmanes como en los que luego vendrían de la mano de corrientes renacentistas y barrocas, se aprecia la doble utilidad del aterrazado en paisajismo. Por un lado, una necesaria adaptación a la orografía y por otro, la creación, mediante este recurso, de nuevos elementos: muros, fuentes, escaleras, etc.
