Crecer bien alimentado

Que el suelo tenga un nivel equilibrado de materia orgánica no es suficiente para que las plantas se desarrollen con vigor. Dependerá de la manera en que los nutrientes puedan ser absorbidos por las raíces, es decir, de su disponibilidad.

Como ya hemos comentado, cierto nivel de humedad ayudará a mantener la necesaria vida microbiana para favorecer, a su vez, la descomposición del suelo en sustancias asimilables (ver AQUÍ).

Micorrizas

Dentro del gran grupo de organismos que necesitamos que estén presentes en el suelo, están los hongos que desarrollan las micorrizas, relación simbiótica entre estos hongos y las plantas, a través de la cual el hongo recibe asimilados producto de la fotosíntesis vegetal a cambio de mejorar la disponibilidad de determinados nutrientes y agua para la planta. Podemos favorecer su presencia e incluso introducirlas. A esto le llamamos micorrización, cuyas ventajas son numerosas.

Gracias a ella:

  • La planta es capaz de explorar más volumen de suelo del que alcanza con sus raíces, al sumársele en esta labor las hifas del hongo.
  • También capta con mayor facilidad ciertos elementos (fósforo, nitrógeno, calcio y potasio) y agua del suelo.
  • La protección brindada por el hongo hace que, además, la planta sea más resistente a ciertos estreses ambientales que afectan al suelo como la salinidad o los cambios de temperatura y la acidificación del suelo derivada de la presencia de azufre, magnesio y aluminio
  • Por si todo esto fuera poco, algunas reacciones fisiológicas del hongo inducen a la raíz a mantenerse activa durante más tiempo que si no estuviese micorrizada.

Todo esto redunda en una mayor longevidad de la planta: de hecho, se ha comprobado que algunos árboles, como los pinos, después de haber sido micorrizados, pueden vivir algunos años más que los pinos sin micorrizar.

En otras especies, esta unión es tan estrecha que sin ella la planta no puede subsistir, como es el caso de las orquídeas. Las plantas cuyas semillas carecen de endosperma (sustancias alimenticias de reserva) dependen completamente del hongo para alimentarse y germinar posteriormente.

La infección de la raíz por el hongo se produce a partir de propágulos presentes en el suelo. Pueden ser esporas y trozos de hifas del hongo y también raíces ya micorrizadas. Con el fin de asegurar el éxito de la empresa, la siembra de la mayoría de plantas comestibles o de decoración y las repoblaciones forestales que se llevan a cabo en la actualidad acompañan las nuevas plantas y brotes con fragmentos del hongo más adecuado para establecer asociaciones micorrícicas con cada especie que se vaya a cultivar.

En Xeropaisajismo®, las ventajas del micorrizado de las plantas son enormes, y podemos resumirlas en las siguientes:

Alcanzan más zonas del suelo, gracias a las hifas (filamentos) del hongo, lo que les permite captar con más facilidad los nutrientes y el agua, volviéndose más resistentes a la sequía.

Se vuelven más tolerantes a la temperatura y acidez extrema del suelo y más resistentes contra muchas enfermedades y ciertos hongos nocivos.

Permanecen fisiológicamente activas durante más tiempo gracias a las relaciones hormonales que se producen en las raíces alimentadoras.

 Absorben mejor los fertilizantes químicos, lo que permite disminuir su utilización.

Bioestimulantes

Por otro lado, para mejorar las condiciones del suelo del xeropaisaje tenemos la posibilidad de introducir sustancias bioestimulantes.

Según el European Biostimulant Industry Council, los bioestimulantes son productos destinados a la agricultura que contienen sustancia/s y/o microorganismos beneficiosos que, aplicados directamente al suelo (zona de rizosfera) o a las plantas (también se presentan para aplicación foliar), estimulan procesos que facilitan una mejor absorción radicular de nutrientes e inducen la resistencia sistémica de las plantas frente a estrés bióticos y abióticos (periodos de frío excesivo o sequía por ejemplo). Algunas cepas de bacterias PGPR (Plant Growth Promoting Rhizobacteria) (ver AQUÍ) colonizan las raíces de las plantas potenciando su crecimiento y mejorando su resistencia frente al ataque de enfermedades al tiempo que estimulan un mayor desarrollo radicular.

Ejemplos de PGPRs que ya se usan en agricultura sostenible:

Cepas concretas que han sido aisladas de Bacillus subtilis, Bacillus amyloliquefaciens, Bacillus licheniformis, Bacillus pumilus, Pseudomonas fluorescens, etc.

Otros productos bioestimulantes son micronutrientes del tipo levaduras, extractos de algas (ver AQUÍ), ácidos húmicos y fúlvicos, aminoácidos, quitosano y otros principios que pueden en ocasiones ser formulados junto a PGPRs para potenciar aún más su acción.

Los bioestimulantes aplicados en agricultura se consideran tratamientos de residuo cero y ofrecen una alternativa ecológica sostenible a los tratamientos químicos convencionales.

Antagonistas

Para proteger los cultivos, están apareciendo, fruto de numerosas investigaciones, diversos productos que incluyen en su formulación microorganismos que interaccionan de manera antagónica con otros presumiblemente presentes en el suelo y que son perjudiciales para la planta. Estos micro-organismos, también conocidos como antagonistas o agentes de control biológico (BCAS por sus siglas en inglés), que se inoculan en la rizosfera, actúan de varias maneras consiguiendo que el agente causante de la enfermedad tenga dificultades para desarrollarse. En la naturaleza, estas interacciones de tipo sinérgico o antagónico se producen de forma constante y sin intervención del hombre, manteniendo cierto equilibrio. En los cultivos, al manipularse las poblaciones y el suelo, este equilibrio se rompe o no es suficiente para conseguir un estado sanitario óptimo, por lo que, a veces, se hace necesario introducir ciertos elementos.

Estos microorganismos del suelo actúan liberando antibióticos en el medio. También interfieren con el patógeno por competencia por nutrientes y espacio, ya que tienen capacidad de aprovechar recursos escasos y colonizan rápidamente la rizosfera u otros medios (existen determinados antagonistas que pueden ocupar y “proteger” botones florales, por ejemplo). Por otro lado, son capaces de inducir resistencia en las plantas, la cual se manifiesta con una mejor respuesta, estimulando tanto la secreción de enzimas (proteasas, peroxidasas, glucanasas, quitinasas, etc.) como de fitorreguldores (ácido salicílico). Algunas de esas enzimas actúan desorganizando paredes celulares y otros componentes vitales de los microorganismos patógenos, afectando a su crecimiento, y otras evitarán la acción de determinados sistemas de ataque de aquellos. Mientras tanto, los fitorreguladores disparan la acción de determinados genes de defensa en la planta. Otra respuesta inducida por los antagonistas será favorecer procesos de lignificación de tejidos alrededor de las zonas donde se produce la infección, los que supone el aislamiento del inóculo. Y por último, la microbiota antagonista, al igual que hace la fauna útil en el control de plagas (ver Manejo Integrado de Plagas), puede actuar directamente sobre el patógeno, mediante una interacción conocida como microparasitismo (ver Herramientas biotecnológicas en fitopatología).

En general, los antagonistas no tienen un único modo de acción y la multiplicidad de éstos es una característica importante para su selección como agentes de control biológico. Si el antagonista posee varios modos de acción reduce los riesgos de desarrollo de resistencia en el patógeno. Este riesgo de resistencia también se reduce mediante el uso de combinaciones de antagonistas con diferente modo de acción. Asimismo, la importancia de la acción de cada mecanismo parece depender de múltiples factores. La cepa del antagonista, el propio agente patógeno sobre el que actúa o las condiciones ambientales (pH, disponibilidad de nutrientes, etc.) condicionan la efectividad de un determinado mecanismo de acción o su combinación.

Entre algunos de los ejemplos de BCAs, podemos citar Trichoderma harzianum o Streptomyces griseoviridis. El primero es un hongo ascomiceto que presenta un importante papel como agente de control biológico sobre un amplio espectro de fitopatógenos, especialmente hongos patógenos del suelo como Phytophthora, Pythium o Fusarium.

Las ventajas del Trichoderma harzianum residen en:

  1. Tiene una asombrosa capacidad para colonizar infinidad de medios o sustratos.
  2. En condiciones óptimas presenta un crecimiento y desarrollo muy rápido, así su efectividad neta, se hace manifiesta rápidamente, aún mayor con la presencia de hongos fitopatógenos, pues Trichoderma en estas situaciones aumenta la producción de enzimas que atacan a estos microorganismos perjudiciales para el cultivo.
  3. Tolera condiciones ambientales muy malas, pudiendo sobrevivir en medios con contaminantes o pesticidas.
  4. Parasita, controla y destruye muchos hongos, nematodos y otros fitopatógenos perjudiciales.

Streptomyces griseoviridis

Por otro lado, Streptomyces griseoviridis se trata de una actinobacteria del suelo, caracterizada fundamentalmente por la producción de metabolitos secundarios que atacan a ciertos hongos patógenos. De hecho, está cercanamente emparentada con otras actinobacterias, como Streptomyces avermectilis, productora de la avermectina (a algunos le sonará más el nombre abamectina), o Saccharopolyspora spinosa, que genera los componentes para la receta de spinosad. Ambos son conocidos insecticidas. Proporciona un buen control de hongos patógenos como Pythium, Fusarium, Botrytis, Alternaria o Phomopsis.

Algunas de las cualidades del Streptomyces griseoviridis son:

  1. Competición por sustrato en la rizosfera y filosfera con los patógenos de las plantas.
  2. Antibiosis. Produce metabilitos secundarios altamente fungicidas.
  3. Promotor del crecimiento. La bacteria al establecerse en el sistema radical lo protege y estimula la absorción de nutrientes.
  4. Inducción a resistencia. Al instalarse en las raíces y hojas induce a la planta a producir fitoalexinas que les dan resistencia a las plantas al ataque de hongos, bacterias y nematodos patógenos.

Así pues, la importancia de mantener un suelo vivo, aportando, no solamente microorganismos beneficiosos que aparecen naturalmente en ellos, sino también un sustrato orgánico para su desarrollo, redundará tanto en una mejor resistencia ante los distintos tipos de estrés a los que las plantas se encuentran sometidos, como en una reducción de los recursos que éstas consumen, desde fertilizantes de síntesis, y su inherente huella de carbono, al más preciado de todos, el tiempo (que no precisarán en sus cuidados).