Un recurso práctico, sostenible y estético
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En la historia
Desde tiempos remotos, el hombre ha tratado de producir vegetales para la alimentación tratando de aprovechar los recursos cercanos. Dado que las labores agrícolas son más agradecidas cuanto más fértil es el terreno, cuanto menor desnivel presenta y cuando se cuenta con acceso al agua para el riego, las tierras bajas de los valles y los meandros o los deltas fueron las primeras en ser cosechadas. Una vez ocupadas estas, las gentes de los pueblos se vieron obligadas a ir elevando paulatinamente la cota de los cultivos por las laderas de las montañas. Ya el hombre sabría que la producción aumenta si la tierra es esponjosa y las labores se facilitan si carece de áridos de gran granulometría. Además, observaría la necesidad de conseguir que la superficie de labranza estuviera lo más horizontal posible, de modo que se pudiese labrar fácilmente y el agua de lluvia no se deslizara arrastrándolo todo como sí ocurre en un huerto desnivelado.
En diferentes lugares del mundo se hallaron similares soluciones para el mismo problema. Ya que contaban con piedras que entorpecían el trabajo y debían crear plataformas, comenzaron a construir muros con esas mismas piedras, siguiendo las curvas de nivel y ligeramente inclinadas hacia la ladera, de manera que, después, la tierra pudiera ser contenida por este muro y formar, así, plataformas escalonadas.
Estas construcciones que encontramos en lugares tan distantes entre sí como el Asia monzónica, los andes de Perú y Bolivia o el área mediterránea, suman varios millones de kilómetros y han transformado el paisaje. Muchas de estas han sido declaradas patrimonio cultural de la humanidad y se trabaja por su reconstrucción y reutilización ya que tras la industrialización del campo han sido paulatinamente abandonadas (Ver AQUÍ).
En el área mediterránea se conoce su uso desde la edad del bronce, donde se cree que el mayor incremento se dio de la mano de la necesidad de aumentar la producción de vino, viñas que más tarde se sustituirían por otros cultivos como almendros u otro tipo de frutales. (ver AQUÍ).
Es posible encontrarlas en casi cualquier región montañosa de los países de la cuenca que, con algunas excepciones, suelen presentar orografías accidentadas.
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En España
En España reciben diferentes nombres en función de su localización o forma de construcción. Tenemos hormas, paredes, paratas, andenes, marjades, marges, parets, albarradas… Se pueden encontrar en multitud de áreas montañosas del interior: Ribeira Sacra en Orense, laderas de la Vera en Extremadura, Pirineos, macizos montañosos de Valencia, las Alpujarras en Granada, etc… y en laderas de montañas insulares, tanto de las Canarias como de las Baleares. (ver AQUÍ).

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En América
En América son especialmente interesantes los andenes creados por las civilizaciones andinas precolombinas, ya que llegaron a alcanzar un gran nivel técnico.
Fueron los incas los que utilizaron en mayor medida el aterrazado, llegando, incluso, a crear espacios en los que investigar acerca del cultivo de diferentes especies en los diferentes microclimas que se generaban debido a las diferencias de altitud, los distintos grados de humedad y el calor y protección de los muros (ver AQUÍ).
Construían andenes que acompañaban a las curvas de nivel de las montañas, pero también otros con formas caprichosas en zig-zag y elaborados con piedra labrada (andenes de alto prestigio) en áreas cercanas a poblaciones.
Se cree que, en algunos casos, los andenes más sofisticados se destinaron a prácticas y rituales religiosos a través de la producción agrícola.
También en Norteamérica se emplearon diferentes tipos de construcciones para retener agua y fertilizar tierras. En áreas desérticas de Arizona y norte de México se moldeaba el terreno de las laderas de los cañones esperando las avenidas de agua para que aportasen suelo e irrigasen los bancales (ver AQUÍ, AQUÍ y AQUÍ).

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En Asia
En el continente asiático, han empleado también estas técnicas para aprovechar las copiosas lluvias de la época del monzón.
En este caso, se busca crear plataformas escalonadas inundables, por lo que estas deben guardar un nivelado muy estricto. Es el agua retenida la que en cada etapa de lluvia va depositando materiales y determinando el nivel del muro de contención (ver: AQUÍ).

Beneficios
Por todo lo anterior, podemos hablar de algunos beneficios que el aterrazado proporciona al cultivo en lugares escarpados. Desde el punto de vista agronómico, se trata de técnicas preventivas de control de la erosión al disminuir o anular la velocidad de la lámina superficial de agua. (ver AQUÍ)
Aporta:
- Aprovechamiento de ladera al convertirla en horizontal.
- Eliminación de materiales gruesos y creación de suelo nuevo, más fértil y mullido.
- Eliminación de escorrentía y su correspondiente pérdida de suelo.
- Infiltración más controlada de la humedad al controlar también, en algunos casos, la cantidad de agua aportada al bancal mediante apertura y cierre de acequias, sangradores, boqueras…
- Creación de microclimas gracias a la protección del muro que contiene el bancal inmediatamente superior. Además, este muro almacena calor y lo va administrando durante las horas frías gracias a la inercia térmica de la piedra.
RAÚL SÁNCHEZ PÉREZ
PAISAJISTA