Tras el análisis y el seguimiento, llega la hora de actuar. Descubre las opciones.

Para aplicar el sistema MIP (Manejo Integrado de Plagas) resulta de vital importancia tener bien definido un sistema de control de la zona verde que vamos a proteger.

Seguimiento

De forma periódica se deben inspeccionar cada una de las plantas observando y tomando datos de daños, número de individuos por hoja/ejemplar en caso de plaga, momento del ciclo de vida de la plaga y estado fenológico de las plantas, meteorología, labores culturales en la zona, tratamientos aplicados, etc.

Cuantos más datos recojamos mejor podremos adoptar medidas en un futuro. El muestreo se debe hacer de manera sistemática, siguiendo cierta rutina y tratando de trazar recorridos mediante un patrón que garanticen que se han examinado la mayor cantidad de plantas posible.

Para obtener unos datos fiables que nos indiquen la cantidad de individuos por espacio determinado de una plaga o el grado de afección de una enfermedad existen diferentes métodos, por ejemplo: observación visual de diferentes partes de la planta para la detección de síntomas y/o conteo de individuos o puestas En ocasiones se utilizan tarjetas cromáticas o trampas de feromonas o delta que atrapan parte de estos para facilitar la tarea.

Análisis de laboratorio, especialmente en casos de algunas enfermedades que no son susceptibles de conteo.

Actuación

En el momento en que el número de individuos o los daños ocasionados por la plaga o enfermedad superen el umbral de actuación que hemos prefijado, procederemos a actuar con presteza valorando a partir de los datos anteriormente recogidos la pertinencia de unos u otros tratamientos. Es sabido que la utilización de dos métodos simultáneos da mejores resultados que uno solo.

Los métodos de MIP más empleados son: exclusión, saneamiento, prácticas culturales, control mecánico, control biológico y, por último, plaguicidas.

Lo ideal sería que se comenzase por los primeros y se dejase a los plaguicidas químicos como última solución, aunque en algunos casos será la única posible.

  1. Exclusión: se trata de impedir que las plagas lleguen a entrar en el jardín. La inspección en el vivero es fundamental. Antes de comprar cualquier ejemplar conviene observar el estado y la vitalidad de la planta, posibles daños o heridas, haz y envés de las hojas, el cepellón… Así también, tendremos mucho cuidado de no introducir en el jardín tierras y mantillos de mala calidad. Algunos proveedores garantizan la no presencia de semillas y puestas en sus productos para suelo de jardín.
  2. Saneamiento: la higiene del jardín es fundamental para impedir que ciertas plagas se alojen en, por ejemplo, hojas mojadas acumuladas en algún rincón, tiestos almacenados al exterior, etc.
  3. Cualquier planta o parte de planta afectada por hongos, bacterias u otro tipo de plagas debe ser eliminada retirándola en bolsas de plástico y, a ser posible, quemada. Nunca acumulada con otras plantas sanas para elaboración de compost.
  4. Prácticas de cultivo: comenzarían por el diseño del jardín, ya que el emplazamiento adecuado o no de una planta puede determinar su resistencia posterior a las infecciones.
  5. Es importante crear circulación del aire y buenos drenajes. Ubicar las especies allí donde son más resistentes.
  6. Además, los cuidados posteriores: riegos, fertilizaciones y podas adecuadas, entrecavas, retirada de partes muertas… va a facilitar a la planta el almacenaje de energías para poder hacer frente a sus enemigos. Es sabido que una planta con estrés hídrico tiene muchas posibilidades de sufrir un ataque. Las plantas excesivamente nitrogenadas resultan más atractivas para los insectos chupadores de savia y cualquier poda mal ejecutada va a ser un foco de entrada para hongos y bacterias.
  7. Control mecánico o físico: existen multitud de mecanismos para eliminar plagas de forma mecánica. El más simple es hacerlo manualmente. Esto es posible cuando se trata de animales grandes como los caracoles o ciertas cochinillas. Entra en esta categoría la práctica de retirar o podar partes afectadas como hojas o ramas o la eliminación de maleza mediante escarda en lugar de herbicidas. También, para eliminar algunos insectos voladores resultan eficaces cartulinas de colores atrayentes impregnadas de pegamentos en los que quedan atrapados, aunque esto último se puede considerar más un método de control ya que no consigue atrapar más que a una porción de individuos. Calentar el suelo mediante solarización o exponerlo al sol es otra de las prácticas de tipo físico.
  8. Control biológico: es un método agrícola de control de plagas (insectos, ácaros, malezas, enfermedades de las plantas, etc.) que usa depredadores, parásitos, herbívoros u otros medios naturales. La lucha biológica se está desarrollando con gran intensidad en la actualidad debido a una nueva sensibilidad y, paralelamente, debido también a restricciones cada vez mayores por parte de los gobiernos en el uso de plaguicidas químicos. Aquí se emplea para el control de plagas depredadores o parásitos naturales de las mismas que se sueltan en las zonas afectadas o simplemente se les permite su estancia en el jardín o, también, plantas que, por sus características, repelen la plaga. El uso de algunos hongos, como el caso de Trichoderma harzianum, inocuos para los organismos vegetales pero antagonistas del crecimiento de otros que sí son patógenos vegetales, se constituyen como otra actuación en la lucha biológica. Entraría también dentro de este apartado el uso de atrayentes para aves insectívoras como los comederos de pájaros o las cajas nido o como la instalación de refugios para insectos y, en general, cualquier acción encaminada a proteger la biodiversidad no dañina del jardín.
  9. Control químico: consiste en la aplicación de productos químicos formulados para matar los organismos de la plaga. Pueden ser insecticidas, acaricidas, fungicidas, bactericidas, herbicidas, raticidas…etc. Aunque cada vez se elaboran con principios activos menos agresivos y residuales, debería ser el último recurso a utilizar y sólo en caso de infestación muy grave o peligrosa y que no sea posible controlar por otros métodos. Exige ciertas autorizaciones y formación por parte de los responsables de su aplicación además de recomendarse buenas prácticas desde el ministerio. Es muy importante asegurarse de que los tratamientos son compatibles con otros que se estén aplicando o se piense que puedan ser aplicados en el futuro y, por supuesto, que no son agresivos para la fauna del entorno. Una cuestión a la que también se debe prestar atención es a las resistencias generadas en los insectos plaga debida a la supervivencia de algunos individuos tras la aplicación de un químico, los cuales trasmiten genes a sus descendientes que, en principio, resultarán menos afectadas por el principio activo del producto aplicado. Siguiendo algunas estrategias se puede evitar esto en parte. Por ejemplo, alternando el uso de materias activas sobre una misma plaga.

RAÚL SÁNCHEZ PÉREZ, PAISAJISTA
JUAN JOSÉ GARCÍA MORENO, INGENIERO AGRÓNOMO ESPECIALIZADO EN PRODUCCIÓN VEGETAL